Pueblo es un alguien históricamente determinado.
Un alguien mayoritario, productivo, despojado, ayuno de poder, colocado frente a un otro alguien minoritario, improductivo, expoliador, dueño del poder y usufructuario de las ventajas que su posesión trae consigo.
Es un alguien que, por la situación especial en que su lugar de clase lo coloca, desarrolla un conjunto de aptitudes que supone fiadoras de la existencia humana; aptitudes éstas entre las cuales, una de las más importantes, es la orientada a la conservación selectiva más o menos prolongada, de un algo del patrimonio cultural y social de etapas históricamente superadas.
Un alguien que, pese a tener presencia objetiva en un momento histórico concreto y en un ambiente geográfico y social con peculiaridades precisas, se torna supranacional en tanto portador de aspiraciones humanas elementales, esencialmente semejantes a las de cualquier otro alguien con presencia objetiva en otro momento y otro ambiente, pero signadas por condiciones económico-sociales básicamente similares.
Un alguien que, por las características anteriores, gesta, de consuno con todos los otros alguien similares del mundo, una humanidad libre, justa, laboriosa, fraterna, pacífica, beneficiaria selectiva tanto del patrimonio acumulado para sostener el peregrinaje y las luchas de los desposeídos de la tierra, como el otro patrimonio que acumularon los poseedores, y el que aquellos fueron segregados, para hacer con las aguas de las dos vertientes, un caudal de paz y bienestar material y espiritual, que deje al pasado escindido como un capítulo de la prehistoria humana, ignominioso, pero necesario en su hora y ejemplarizador para el futuro.
Los enunciados anteriores resuelven problemas conceptuales básicos, pero, desde luego, no todos los otros de carácter histórico, geográfico-humano, sociológico, psicosocial, etc., que plantean tanto cada componente individual de la tradición como el conjunto de componentes orgánicamente integrados en la conciencia social de cada pueblo en particular o en la de todos los pueblos del mundo en conjunto.
El esfuerzo del Folklore como ciencia histórico-social sólo puede justificarse por el desentrañamiento de lo desentrañable en ese mar de problemas que, sin duda, hacen parte importante de los días que se fueron, de los que pasan y de aquellos cuyas auroras ya se vislumbran.